El Hospital Beata María Ana con el Día Mundial del Alzheimer

“Mantener una vida física e intelectualmente activa contribuye de forma importante a la prevención del Alzheimer”, asegura el neurólogo Luis Fernando Ramos

Con motivo de la conmemoración del Día Mundial del Alzheimer el próximo 21 de septiembre, el Dr. Luis Fernando Ramos, neurólogo del Hospital Beata María Ana, detalla las características principales de la enfermedad, así como su clínica, diagnóstico e incidencia. Teniendo en cuenta que en el momento actual no existe un tratamiento curativo contra el Alzheimer, recomienda a los ciudadanos optar por la prevención. En este sentido, aconseja controlar la diabetes y la hipertensión arterial, considerados factores independientes para inducir la enfermedad, así como reforzar aquellos que se han demostrado como protectores frente a la enfermedad, como reducir el consumo de alcohol, aumentar el ejercicio físico y alimentarse en base a la dieta mediterránea. Asimismo, subraya que mantener una vida física e intelectualmente activa contribuye de forma importante a la prevención de la enfermedad.

Pérdida de funciones intelectuales

La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurológica que consiste en la pérdida de las funciones intelectuales: memoria, resolución de problemas, cálculo, orientación, lenguaje y en estadios avanzados, también se produce una alteración en la coordinación y realización de movimientos.

Esta pérdida de funciones intelectuales se produce porque las neuronas que son las células del cerebro que piensan, memorizan, etc. mueren por un proceso no completamente conocido.

Para saber lo que ocurre, es necesario analizar e investigar esta afectación. En estos cerebros se pueden distinguir dos alteraciones características: los ovillos neurofibrilares y las placas seniles. Los ovillos neurofibrilares son acúmulos de una sustancia de naturaleza proteica llamada proteína Tau Hiperfosforilada que se encuentra en el interior de las neuronas. Las placas seniles son acúmulos entre las neuronas de otra sustancia proteica llamada Beta Amiloide.

Estos acúmulos proteicos tanto intra como extracelulares tienen que ver con la muerte neuronal probablemente, porque son sustancias que deben eliminarse e interfieren con su normal funcionamiento.

Olvido de los hechos recientes

Normalmente aparece por encima de los sesenta años, es excepcional que lo haga antes.

El síntoma inicial y más característico es la pérdida de memoria para hechos recientes (hechos que han ocurrido pocos días antes, incluso en el mismo día y que el paciente no recuerda). A todos se nos puede olvidar algo, pero lo característico y claramente patológico es la frecuencia con la que ocurre (varias veces en la semana de forma muy repetida) y especialmente si ocurre en el mismo día.

Los pacientes pierden objetos, no se acuerdan de haber sacado dinero del banco o haber comprado previamente algo. No se acuerdan de haber hablado por teléfono con alguien ni del contenido de conversaciones.

Tienen dificultades para encontrar palabras en su discurso y este es muchas veces pobre con dudas para expresarse.

No hay que alarmarse cuando uno no encuentra una palabra pero sí cuando se une a claros defectos de memoria como los descritos.

Hay que tener en cuenta situaciones que pueden interferir con el recuerdo y que pueden conducir a errores diagnósticos; por ejemplo las alteraciones psíquicas: depresión, ansiedad o trastornos de la personalidad. En estos procesos hay una clara afectación de la atención que es fundamental para la memoria.

Más adelante suelen afectarse la capacidad para la resolución de tareas, es decir el razonamiento y la planificación para resolver un problema. Un ejemplo sería la realización de recetas de cocina, hacer la compra y un menú semanal, pedir cita en un restaurante, organizar papeles para una gestión administrativa, etc.

Al principio no es tan obvio y sólo el paciente nota dificultad para organizarse, delegando estas funciones en la familia con alguna excusa.

Conforme la enfermedad avanza se producen afectación de tareas motoras aprendidas y automáticas como por ejemplo vestirse o usar correctamente utensilios para comer.

Se producen alteraciones de sueño y alteraciones del estado de ánimo como depresión, conductas agresivas, alucinaciones, ideas paranoides.

Finalmente presentan dificultades motoras para la deambulación, inestabilidad, lentitud de movimientos y afectación incluso de la deglución.

A partir de los 60, la incidencia se dobla cada 10 años

La incidencia en diferentes estudios es bastante variable. En los países desarrollados; aproximadamente es de 1 por 1000 en personas de 60 a 69 años; 6,4 por mil de 70 a 79 años, y de 26 por mil de 80 a 89 años. Otros estudios estiman hasta 32 por mil de 75 a 79 años y de 96 por mil de 80 a 89 años. En general la incidencia se dobla cada 10 años de edad a partir de los 60 años. De esto se deduce que la edad avanzada es un factor muy importante para la aparición de la enfermedad.

La enfermedad también se asocia con más frecuencia a personas sin estudios o con estudios primarios. Otros factores de riesgo son la hipertensión arterial, diabetes, obesidad, antecedentes de infarto cerebral o de trauma craneal previo.

 Colaboración de la familia

El diagnóstico puede ser complejo y lo primero que hay que decir es que no existe una prueba 100% exacta.

El diagnóstico se realiza generalmente de forma clínica, y se basa principalmente en el estudio neuropsicológico del paciente, es decir realizando algunos test neuropsicológicos que fundamentalmente evalúan la memoria y también otras funciones cognitivas. Es importante que un informador fiable que conviva con el paciente nos diga cómo se comporta el paciente en su vida diaria y los déficits que encuentra

Fuera de la entrevista y de la exploración con test neuropsicológicos, existen algunas pruebas que pueden ayudar a la detección de la enfermedad: son la tomografía cerebral por emisión de positrones con fluorodesoxiglucosa o con florbetapir (sustancia que se fija al beta amiloide). Se ha visto que individuos que han fallecido sin síntomas de la enfermedad presentan en sus cerebros acumulación de beta amiloide suficiente para hacer diagnóstico de enfermedad de Alzheimer por lo que estas pruebas no son fiables 100%.

Asimismo, se puede realizar un análisis del líquido cefalorraquídeo mediante una punción lumbar para detectar alteraciones del Beta Amiloide o de la proteína Tau fosforilada ya mencionados.

El diagnóstico en estadios iniciales exige una colaboración importante de la familia que nos proporciona información detallada del cambio en las funciones cognitivas del paciente, de su personalidad y posibles trastornos psiquiátricos que puedan interferir.

Modestos beneficios del tratamiento farmacológico

Existe un tratamiento farmacológico que aumenta las sustancias químicas cerebrales que participan en los procesos de memoria, pero no influyen en el Beta Amiloide ni en la proteína Tau. Estos tratamientos tienen un muy modesto beneficio en test neuropsicológicos con respecto al placebo y se postula que pueden retrasar en algunos meses la institucionalización de estos pacientes, sin embargo en otro estudio no financiado por laboratorios, no se encontraron diferencias significativas de estos tratamientos frente al placebo.

Entre un 30%  y un 50% de pacientes no obtienen beneficios con el tratamiento farmacológico.

La estimulación neuropsicológica es beneficiosa aunque no hay estudios uniformes que se puedan comparar. No se sabe si las funciones cognitivas que se entrenan pueden ser duraderas y que contribuyan a mejorar las actividades de la vida diaria.

Vida física e intelectualmente activa, la mejor prevención

Como se ha comentado, es muy importante controlar la diabetes y la hipertensión arterial que se postulan como factores independientes para inducir la enfermedad además de su potencial para dañar las paredes de los vasos sanguíneos.

Además, se debe reducir el consumo de alcohol, aumentar el ejercicio físico y alimentarse en base a la dieta mediterránea. Estos tres factores se han demostrado como se han visto como protectores frente a la enfermedad.

Mantener una vida física e intelectualmente activa probablemente contribuye de forma importante a la prevención de la enfermedad, teniendo en cuenta que en el momento actual no existe un tratamiento curativo.

Información del Dr. Luis Fernando Ramos, neurólogo del Hospital Beata María Ana

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