A lo largo de los años, la esperanza de vida ha ido aumentando progresivamente en la mayoría de los países del primer mundo. Este aumento se estima en unos dos años por cada década durante el último siglo en los países que han mostrado un mayor aumento (Meyer et al., 2020). Pese a que este aumento está ocurriendo también en numerosos grupos clínicos, algo ligado al cuidado de los enfermos y a los avances en la medicina y tecnologías asociadas, el cambio en la esperanza de vida es menor que en la población general.
Los ictus son una causa muy frecuente de muerte y discapacidad en el mundo desarrollado. Se sabe que uno de los factores que afecta en mayor medida a la supervivencia a largo plazo de las personas que han tenido un ictus es la gravedad de la discapacidad. Algunos trabajos han mostrado como esta discapacidad o su opuesto, la funcionalidad, se relacionan claramente con el riesgo de muerte. Otros factores como la edad y la gravedad inicial del ictus también determinan la supervivencia tras un ictus. De este modo, la esperanza de vida aumenta con los cuidados y la mejoría asociada a los programas de rehabilitación.