En la antigua China e India se utilizaba la planta de henna sobre las uñas y los dedos para dar un color del marrón al rojo. En 3000 a.C. los chinos desarrollaron una laca de uñas compuesta de cera de abeja, clara de huevo, gelatina y caucho, cuyo uso estaba permitido solamente a la realeza. Además, evitaban cortarse las uñas, pues tenerlas largas denotaba sabiduría. La reina Nefertiti (1375-1350 a.C.) se pintaba las uñas de un color rojo rubí y Cleopatra (69-30 a.C.) prefería un color óxido. Los líderes militares de Egipto, Babilonia y Roma pintaban sus uñas antes de ir a la batalla. En la antigua Grecia, la etapa Medieval, el período de inmigración a América y los inicios del siglo XX se vivieron momentos llenos de supersticiones que intentaban explicar lo inexplicable, y en cuyo contexto había participación de las uñas.
La primera laca de uñas fue producida en 1919; estaba compuesta de colodión. En 1939 se incorpora la resina de toluen sulfonamida formaldehído (RTSF) a los esmaltes de uñas para aumentar el brillo, adhesión y duración del esmalte. Posteriormente, se describió la dermatitis alérgica de contacto en los ojos y en el cuello por RTSF en pacientes que empleaban laca de uñas. Así, se desarrollaron esmaltes de uñas sin RSTF que contribuyeron a la disminución de reacciones alérgicas.
Poco a poco aparecieron otras técnicas de embellecimiento ungueal: las uñas prefabricadas o postizas, las uñas de porcelana o esculpidas y las uñas de gel. En 1956 se describe el primer caso de dermatitis alérgica de contacto a materiales acrílicos de las uñas artificiales. En el 2010 comienzan a utilizarse los esmaltes permanentes o de larga duración en cuya composición se incluían acrilatos y metacrilatos. Estos materiales se emplean en otros sectores, como son la industria de la fibra de vidrio, pinturas, pegamentos, en odontología y para la fabricación de compresas, pañales de incontinencia, productos para las heridas y numerosos dispositivos médicos (lentes de contacto e intraoculares, prótesis dentales, empastes de composite, cemento óseo, bombas de insulina y audífonos).
Últimamente los dermatólogos estamos asistiendo a un crecimiento en la incidencia de dermatitis alérgica de contacto por acrilatos y metacrilatos procedentes del sector de la estética ungueal, tanto en profesionales como en clientas asiduas a esta técnica de manicura. A la consulta acuden pacientes con problemas de dermatitis alérgica de contacto en la zona de las uñas y en otras localizaciones a distancia en la piel, dermatitis irritativas, alteraciones en la lámina ungueal y la piel de alrededor etc. Nos preocupa el incremento de la sensibilización a los acrilatos y los metacrilatos a expensas de un producto estético. Esto podría ser un problema si en un futuro se necesita un tratamiento con dispositivos o materiales médicos que contengan estos compuestos. Este aumento de alergia de contacto se ve potenciado por el esmaltado permanente, una técnica muy popular, accesible y cómoda. La accesibilidad se debe al apogeo actual de los negocios de estética ungueal, pero también a lo asequible o fácil que resulta comprar el kit completo en tiendas y en internet y el riesgo de su uso por personal no adiestrado en la técnica. Es también un procedimiento cómodo, que se realiza en 15-20 minutos y permite tener las uñas arregladas durante más tiempo que las lacas convencionales.
Por tanto, la mejor prevención es evitar el contacto con estos materiales, estar informados de los riesgos que supone una sensibilización a los mismos, acudir a profesionales preparados y conocedores de la técnica y evitar la autoaplicación. Y por supuesto, acudir al dermatólogo que será quien mejor nos pueda ayudar.
Doctora M.Lourdes Navarro Campoamor, dermatóloga en Hospital Beata Maria Ana.