Por Dra. Simona Iftene, especialista en Alergología
Podemos definir la astenia como una sensación de fatiga y falta de vitalidad generalizada, tanto física como psicológica, acompañada de una pérdida de motivación y de interés por el entorno. Todo ello redunda en la reducción de la capacidad para trabajar e incluso de realizar las tareas más sencillas. La astenia puede estar presente de forma constante, sin que haya sido necesario realizar previamente una actividad física o intelectual intensa. Sus causas son muy diversas, pudiendo aparecer en situaciones de estrés, ansiedad o depresión, pero también puede tener su origen en una enfermedad orgánica (alteraciones cardíacas, pulmonares, infecciones…).
La astenia primaveral es un trastorno que afecta al 5% de la población, especialmente entre los 20 y los 50 años, incidiendo más en las mujeres que en los hombres, normalmente durante los meses de marzo, abril y mayo.
Las causas de este fenómeno no se conocen con exactitud. Dado que muchos de los mecanismos fisiológicos de nuestro cuerpo están claramente relacionados con las horas de luz y oscuridad, la astenia primaveral podría ser una manifestación normal del proceso de adaptación del cuerpo a las nuevas condiciones de luminosidad.
Desde un punto de vista fisiológico, este cuadro vendría motivado por una disminución de las hormonas encargadas de la regulación de nuestro bienestar (betaendorfinas, serotonina y feniletilaminas), que al alterarse producirían una sensación de decaimiento y agotamiento.
Los síntomas que caracterizan la astenia primaveral son:
- Sensación de fatiga generalizada.
- Tristeza inexplicable.
- Somnolencia diurna, con sensación de no haber tenido un sueño reparador.
- Dificultad de concentración.
- Dolor de cabeza.
- Falta de apetito.
- Disminución de la libido.
- Cierta pérdida de memoria.
- Tensión arterial baja.
A la hora de abordar el tratamiento de toda esta sintomatología, cabe reseñar que no hay evidencias científicas que nos permitan sugerir que exista un tratamiento farmacológico específico para este cuadro. Por tanto, la principal clave para combatir y prevenir la astenia primaveral no serían los tratamientos farmacológicos, sino el mantenimiento de unos hábitos de vida saludables.
Afortunadamente, los síntomas descritos, aunque interfieren en el día a día, no impiden el cumplimiento de las obligaciones diarias. Cabe reseñar que la duración de los síntomas es relativamente breve, produciéndose una remisión espontánea al cabo de unas dos o tres semanas, tiempo necesario para adaptarse al nuevo cambio climático y horario.
Consejos para reducir la incidencia y la intensidad de la astenia primaveral:
- Mantener un horario regular de comidas.
- Respetar el horario de sueño, tratando de acostarse y levantarse a las mismas horas.
- Evitar el consumo de sustancias tóxicas, como el tabaco, y de bebidas excitantes con cafeína.
- Beber al menos 1,5 litros de agua al día.
- Elegir una dieta sana y equilibrada, para un mayor aporte de vitaminas y minerales.
- Aunque el cansancio haga que nos apetezca menos, debemos forzarnos a realizar una actividad física moderada, preferiblemente al aire libre.
- Cenar al menos 2 horas antes de acostarte para tener un sueño de mayor calidad, no interferido por la digestión.
Conclusión:
En primavera, una de cada diez personas que acuden a la consulta del médico de cabecera lo hace por cuadros de astenia. Una vez descartadas las causas orgánicas (con sintomatología más aguda e intensa), muchos de los casos son etiquetados de astenia primaveral. Aunque la sintomatología es muy florida, afortunadamente no se trata de un proceso grave. Su resolución es espontánea al cabo de dos o tres semanas.
Al hablar de la astenia primaveral, debemos hacerlo en términos de normalidad, pues se trata de una adaptación del cuerpo a una nueva situación ambiental, haciendo que, desde un punto de vista estrictamente médico, la astenia primaveral no sea considerada como una enfermedad propiamente d